Se pone un cacillo de agua en el fogón, se mete dentro un manojo de menta y hierve durante un buen rato, añadiendo más azúcar de lo que parece prudente y removiendo para que no se caramelice. Cuando se enfría se mezcla con bourbon a partes iguales y se sirve con hielo. El misterio del julepe de menta no es cómo se hace, sino cómo desaparece.
El derby de Kentucky es una institución, pero una institución en la que los caballos importan menos que el julepe. A fin de cuentas, la carrera sólo dura dos minutos. Monica, la mujer de Jonathan, creció en Louisville, a seis manzanas del hipódromo donde se celebra la carrera, y su abuela trabajó un tiempo en la taquilla. Por eso, cuando no le coincide con ningún congreso, Monica pone la menta a hervir, llama a todos sus amigos y hace una porra.
Jonathan nos recibe desde el porche con una camiseta que dice «Get bourbon». Según vamos llegando, los invitados ponemos dos dólares a uno de los caballos. Éstos tienen nombres maravillosos. El mío se llamaba Practical Joke. Había otro llamado Scotland Cries War, y otro llamado Hence. Al iniciar el segundo julepe Kathleen y yo fantaseamos con lo genial que tiene que ser el trabajo del señor que se inventa esos nombres. Se nos ocurren varios geniales, como «Almost», sobre todo en el supuesto de que quedase primero o segundo: «Almost won!», o bien «Almost almost won!». También nos gusta «Your Name Here» o «It Never Rains in Sunny California How True How True How True».
De la carrera propiamente dicha veo poco porque Abby decide participar y el caballo, lógicamente, es un servidor.
—¡Más rápido! ¡Más rápido!
Ganamos el derby de Kentucky sin salir del comedor. Practical Joke queda quinto, y por una serie de combinaciones que sólo Monica entiende gano ocho pavos. Abby se baja de su caballo y se pone el chubasquero de Kathleen, su foulard y sus botines, que le llegan hasta el muslo. Así vestida, recorre la casa dando traspiés y gritando «where is my moneeeyyy?!» Parece que no la hubieran dejado entrar en Hogwarts.