Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

martes, 15 de febrero de 2022

En el hemiciclo de mi dentadura yo me comporto como cualquier político de medio pelo: «esto me lo dejo para la siguiente legislatura», «este problema para mí es como si no existiera», «a esto otro habría que ponerle remedio de inmediato pero no le iba a gustar a mis electores»...

Lo que yo echo de menos en la política es algo más de mentalidad dentista. A los dentistas no hay que explicarles quiénes son los de arriba y quiénes los de abajo. Los dentistas ven las cosas como son y no les importa demasiado la composición de lugar que uno se haya hecho. Los dentistas tienen el espejo de la verdad, un espejo ante el cual retroceden las falsas expectativas y las encuestas demoscópicas.

A muchos políticos quisiera verlos yo sentados en el sillón quirúrgico de mi dentista.

—Aquí hay un par de mitos políticos que va a haber que extraer —les diría ella nada más abrieran la boca—. Se lo llevo diciendo muchos años y antes o después vamos a tener que coger el toro por los cuernos.

—No, si ya lo sé, pero es que la unidad nacional... las raíces cristianas de la cultura europea... el crecimiento económico... Como empecemos a tocar estas cosas, mi circunscripción se pone en pie de guerra. ¿No podríamos dejarlo para más adelante?

—Usted verá, pero lo que usted tiene aquí es una bomba de relojería. En fin... A ver, dígame, ¿cómo cepilla usted los servicios sociales?

—Pues así... —y uno (quiero decir, el hipotético político) mueve el cepillo como si estuviese restaurando un bajorrelieve egipcio.  

—¿A eso le llama usted cepillar? Eso ni es cepillar ni es nada. Tiene que barrer toda la encía, no solo el barrio de Salamanca. Sigamos... la seda dental, ¿con cuánta presión fiscal la utiliza?

—No sé, la normal, supongo.

—La normal, no. Hay que pasarla a fondo, a lo bestia. Al principio va a sangrar, pero luego ya verá cómo se acostumbra. ¿Y qué cepillo está utilizando contra la extinción masiva?

—Ah, eso sí: el cepillo de la coalición. Es bastante blando, pero es nuevo...

Mi dentista lo miraría consternada, como esos maestros que no querrían suspenderte pero que se empiezan a ir viendo obligados a hacerlo.

—Mire, usted necesita un cepillo eléctrico, de bajo consumo, descarbonizador y renovable.

—Es el presupuesto no me da para tanto.

—Para lo que no nos da el presupuesto es para que se nos llenen de caries los océanos y las selvas vírgenes. Así que ya sabe...

Cuando, incandescente de puro bochorno, abandono la clínica odontológica, mis encías son el patatal sobre el que se está construyendo una utopía.