Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

sábado, 20 de noviembre de 2021

Óscar se pasa el día señalando cosas y diciendo «este», «uno», «otro», todo ello con un acento que podría calificarse de gaditano, sin ánimo de faltar. Le preguntamos muchas cosas y él, ceceando, dice a todo que sí:

—¿Quieres escuchar música?
—Zí.
—¿Quieres salir a la calle?
—Zí.
—¿No prefieres quedarte aquí a hacer torres de tarugos?
—Zí.

A lo mejor desearía hacerlo todo a la vez y, como no tiene aún apenas noción del tiempo, no entiende que debe escoger entre distintas opciones.

Algo que, con toda seguridad, querría hacer todo el rato son croquetitas. Así es como llamamos al entrenamiento de volatinero que me tiene descoyuntado: yo lo lanzo sobre la cama y lo zarandeo de un lado a otro, como si estuviera rebozando croquetas. Él se ríe a carcajadas y pide «¡máazz!», o «¡no máz!», que quiere decir lo mismo, pero en alemán.
 
Se ha inventado una canción que dice «ma, ma, ma», y luego sube una tercera y dice «mi, mi, mi», repitiéndolo da capo y ad libitum. A veces lo que dice es «pa, pa, pa... pi, pi, pi...», pero menos, porque entonces se confunde con la canción de las croquetitas, que dice «pa-pa-pí... pa-pa-pú..», o con la canción del columpio, que va «pa-pí, pa-pú».

Durante varios días nos ha vuelto tarumbas gritando «¡oh, patata! ¡oh, patata!», hasta que comprendimos que lo que quería era que jugásemos a una especie de «aserrín, aserrán» cuya letra dice «hoppe, hoppe, Reiter». Aparte de eso, «patata» —que él suele pronunciar esdrújula— puede ser una piedra, un bulbo de jengibre, la nariz de mi suegro y ocasionalmente también una patata.

Esto, que puede parecer una fase primitiva del lenguaje humano, es en realidad el punto culminante del lenguaje humano. Hay animales que atribuyen signos a cosas, pero los seres humanos se inician rápidamente en los arcanos de la analogía y atribuyen el mismo signo a cosas que no guardan la menor relación entre sí. «Libertad», por ejemplo, puede ser no vacunarse, o sí vacunarse, o un coche, o la Revolución Francesa, o Isabel Díaz Ayuso. «Lista» puede ser una enumeración, una franja de tela o todo lo contrario de Isabel Díaz Ayuso. La palabra «músico», con sus flexiones de género, puede tener por referente a Taylor Swift, el Fary, Gloria Coats, Johann Sebastian Bach, Johann Sebastian Mastropiero, Ethel Waters, Enrique Santos Discépolo, Conchita Wurst, Óscar con su «pa-pa-pa», Ricchi e Povere con su «ma-ma-ma», el Dr. John, Rodolfo Chiquilicuatre, Toscanini, «Scarface y Napoleón, Yatasto y Marimón, Carrera y San Martín».

Óscar ya ha descubierto que todos somos unos, que todo es cambalache, todo patata.

Oh, patata.