Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

miércoles, 27 de enero de 2021

Estábamos viendo esa serie sobre tres mujeres que trabajan en una revista femenina, y una dijo que iba a escribir un listículo. «¡A todo el mundo le gustan los listículos!», dijo. Y luego se fue a una fiesta y se bebió cuatro o cinco cócteles.

En la serie explican que un listículo es una mezcla de lista y de artículo; o sea, un artículo que no hay que escribir, sino solo amontonar. Eso me parece muy conveniente. Yo tengo el problema de que quiero gustarle a la gente, pero si me limito a decir que no me gustan los niños todo el mundo se dará cuenta de que soy un tipo sin entrañas. Es mucho mejor escribir un listículo.

A mí, aparte de gustarle a la gente, otra cosa que me preocupa mucho es la superpoblación. Especialmente la superpoblación de mi casa, pero también la otra. Por eso, creo que sería útil que mi listículo tuviera un carácter disuasorio, y que en él se amontonase todo lo que debería saber quien quiera tener hijos, por ver si así se le pasan las ganas. Ojo, que empieza.

Uno: la unidad subjetiva de tiempo pasa a ser la semana. Si antes decías «esta mañana no he tenido tiempo para ducharme», en adelante dirás «esta semana no he tenido tiempo para ducharme»; si antes decías «a ver si hoy consigo dormir más de seis horas seguidas», dirás «a ver si esta semana consigo dormir más de seis horas seguidas»; si antes decías «tengo que acordarme de felicitar hoy a mi amiga Birte», dirás «que no pase esta semana sin haber felicitado a mi amiga Birte, cuyo cumpleaños fue hace un mes y ya pasa de castaño oscuro».

Dos: si hay algo que te guste hacer aparte de trabajar y limpiar culos, despídete de ello cuanto antes. Hazle un funeral rápido, para que el duelo de los placeres perdidos no ensombrezca todavía más el periodo lóbrego que conllevan los primeros meses de vida de un nuevo ser humano.

Tres: tienes que llevar siempre en el bolsillo tapones para los oídos. A menos decibelios, menor desdicha. Asegúrate de tener por lo menos cuatro: en caso de extrema necesidad, te puedes meter los otros dos en la nariz.

Cuatro: los diseñadores de ropa infantil no son tus amigos. Tu bienestar o el de tu bebé les deja completamente fríos. Lo único en lo que piensan es en animales de granja, en animales salvajes y en animales que ya solo existen en los zoológicos. Si alguien les sugiriera que diseñasen pantalones más holgados porque los pañales de tela abultan más que los desechables, les explotaría la cabeza.

Cinco: a menos que tu familia política viva en otro continente, la vas a ver mucho más que antes. Más vale que te guste, o que te vayas a otro continente.  

Seis: los bebés mugen.

Siete: todo lo que quede a una altura inferior al metro y medio puede tener un fin trágico y súbito. Nadie quiere creer que esto se aplique también a los televisores de plasma, pero se aplica.

Aquí me paro, porque me entra la sospecha de que en lugar de hacer el listículo estoy haciéndome el listículo, y a la gente no le gustan los que se pasan de listículos. Llegado el caso, la gente prefiere a los tipos sin entrañas, y la superpoblación la verdad es que se la trae bastante al pairo.