Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

viernes, 24 de julio de 2020

Uno cree que ha tenido un hijo, pero lo que en realidad ha tenido es una suegra que no saldrá de casa en dieciocho años.

o O o

Resulta insensato dedicar años y años a enseñarle al niño nuestros idiomas, plagados como están de anacolutos mercenarios y de parónimos irredentos. He decidido que trae más cuenta aprender a hablar su lengua adánica. Ahora, es complicado usarla para pedir pizza.
 
o O o

Dice una amiga que un hijo es un mensajero que mandamos al futuro. No estoy de acuerdo. Yo creo que un hijo es el mensajero que el futuro nos manda a nosotros. El que corregirá nuestros pronósticos e introducirá en nuestra casa las preocupaciones y los placeres del siglo que viene.

o O o

«Huérfano» designa a quien ha perdido a sus padres; «soltero» a quien no tiene pareja oficial; «viudo» o «divorciado» a quien ha dejado de tenerla. ¿Por qué entre el instrumental de ausencias de la familia nuclear no disponemos de un término para identificar la condición —feliz o desdichada, como todas— de no tener hijos?

Las lenguas germánicas sí disponen de tal palabra, o al menos pueden producirla gracias a su morfología de corta y pega. En español habría que echar mano del latín o del griego, como siempre, lo que daría «afiliado», que ya existe, y «upedo», que suena a cochinada.

o O o

A veces quitas un pañal y dan ganas de llamar a los Cazafantasmas.

o O o

Hay gente que enseguida exige que la llames mamá, abuelo, papá o tío, como si hasta ese momento hubieran carecido de atributos y necesitaran que cualquier criatura babeante y flatulenta les marcase un norte.

o O o

Decir que la gente que lee es más interesante que la que no lee puede parecer esnob, pero no especialmente escandaloso. ¿Por qué, entonces, resulta escandaloso decir que la gente sin hijos es más interesante que la gente con hijos?

Esto de ser interesante es una promesa bastante alegre. Muchas veces uno ha pensado que tal o cual persona era interesante y al final ha resultado que esa apariencia de profundidad era una ilusión óptica, como en un grabado de M. C. Escher. 

Esa impresión de relieve en la gente sin hijos procede quizá de la asunción de que esa soltería de descendencia es consecuencia de una pasión secreta incondicional e innegociable. Uno (este uno aquí soy yo, pero otras veces es otro) cree que la gente sin hijos tiene algo mejor que hacer que tener hijos. Con frecuencia, por supuesto, no es así, lo que resulta francamente notable ya que, con no menor frecuencia, cualquier cosa es mejor que tener hijos.

o O o

El niño tiene en sueños gesticulaciones de italiano histriónico. «Gran despecho». «Oratoria beoda». «Repugnancia invencible». «A mí que me registren».

o O o

En las películas apocalípticas la gente sin hijos trata de salvar el mundo. La gente con hijos trata de salvar a sus hijos y luego lo demás ya se irá viendo.

o O o

El niño, pensándolo dos veces, es un mensajero de un presente enharmónico.

o O o

El niño dice cosas que no le hemos enseñado nosotros. Parece que quien le está enseñando a hablar es un ortóptero, o una cucaracha. O alguien llamado Quintilitriqui.