Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Cuando va a un restaurante y le traen la carta, Achim no hace lo que el resto del mundo. El resto del mundo lee la carta en diagonal, se deja inspirar por ella y escoge uno de los platos que se le proponen en función de criterios oscuros y variables. Achim no: Achim lo que hace es buscar en la carta el filete de cerdo empanado que le han escondido. Este filete de cerdo empanado —el famoso Schnitzel— unas veces hace el número 47, otras el número 6 y otras el número 15. 

—Les tomo nota, ¿qué va a ser?
—El 33.
—El 33 es...
—¿¡Y qué quiere usted que sea?! —responde Achim un poco irritado. 

Se conoce que los camareros preferirían que Achim pidiera unas endibias al horno, una ensalada César o una paletilla de cordero con brócoli y patata duquesa, y le esconden el filete de cerdo empanado en lugares imprevisibles. 

Los restaurantes son para Achim una complicación prescindible, con la que transige como transigimos todos con tantas exigencias sociales arbitrarias. Hasta que un día lo llevan a un chino, y entonces abre la carta, la estudia, se pone las gafas, se las quita, y compone un gesto de abatimiento que llama la atención en un hombre de su edad.