Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

sábado, 12 de octubre de 2013

Todo el sábado perdido en ir a Amberes a una reunión de la benemérita asociación de... No diré de qué, no vaya a ser que se enteren. De una de esas corporaciones académicas que establecen relaciones según criterios nacionales, y no académicos. Dos veces al año la junta directiva se reúne en un restaurante para discutir el presupuesto, que fundamentalmente se invierte en cubrir los gastos de viaje y de manutención de la junta directiva. En la junta directiva estamos casi todos los miembros efectivos de la asociación. En Bélgica la suma de ministerios, comisiones, células, asociaciones y comités es muy superior a la del número de habitantes, de modo que todo el mundo pertenece a siete u ocho de estas congregaciones, y muy poco espabilado hay que ser para no llegar a presidente de alguna, o por lo menos a vocal. Con dos amigos, un hámster y un Mr. Potato en regular condición que asuma el secretariado cualquiera puede constituir legalmente una ONG autorizada a recibir donativos de instituciones públicas. 

Comenzamos la reunión de hoy hablando del desmadre que hubo en la embajada de La Haya, donde una gestora dejó a deber miles de euros ya comprometidos para actividades culturales. No es que se los quedase, sino que los gastó a lo loco en invitaciones desproporcionadas y en piscolabis literarios.

—¡Que no se los gasten en comer —exclama nuestra presidenta—, que nos lo den a nosotros!
Yo le comento por lo bajini:
—Esto... Yolanda, que nosotros también nos lo gastaríamos en comer...
—Ya —responde ella con una miaja de retranca—, pero lo nuestro sería una comida científica.

Luego se habla de la página web de nuestra asociación, que recibe unas 200 visitas mensuales. Incluidas las de los propios colaboradores, que suelen sumar varias decenas, y las de las personas que llegan a ella por error, que seguramente son la mayoría. Se discute si habría que publicar, por ejemplo, el anuncio de un espectáculo de flamenco que se organiza en un garito de Utrecht.
—Esto ya lo hablamos, y quedamos en que no.
—A menos que sea una cosa de alta calidad. Pero lo demás, los cursos de salsa, los bares de tapas y esas cosas no hay por qué difundirlas.
—¿Y si las tapas son de alta calidad?

La discusión se prolonga otra hora. Basta que salgamos del restaurante para que se nuble. En otras circunstancias habría soltado uno de esos tacos con los que tirita el verbo, pero en esta ocasión no me importa: de todos modos pasaré la tarde en un vagón de tren.