Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

domingo, 19 de enero de 2014


«Es usted exactamente igual que mi dentista». Esto ya me lo había dicho el Sr. de B. la última vez que me invitó a Amberes. De entonces a ahora ha hallado la manera de escribir y publicar una nueva gramática del español, en neerlandés, de más de mil páginas.

—La cosa tiene cierta lógica. A fin de cuentas soy jurista de formación, y una gramática viene a ser el código legal de la lengua.

El Sr. de B. primero estudió, a instancias de su padre, Filogía Románica; luego hizo Derecho, obtuvo la titulación suplementaria para opositar a notarías, y, quizá por inercia, obtuvo una tercera licenciatura, esta vez en Criminología. «No sé muy bien por qué lo hice; no tenía ninguna intención de convertirme en prefecto, y visto con cierta perspectiva debería haberme hecho notario. Pero ya está bien, pasemos al capítulo siguiente: ¿qué quiere comer?»

El Sr. de B. siempre trae a sus invitados al mismo restaurante, el De Markgrave, y a veces acude también sin invitados, con su esposa, o sin esposa. Desde que me recogió en el hotel hemos venido hablando de lo que íbamos a pedir para beber, y palideció cuando dejé caer que mi úlcera desaconseja los vinos tintos.

—Podemos hacer como quiera, desde luego, pero sería una lástima: esta semana tienen un Rioja excepcional.

Pedimos el Rioja, carpaccio, bacalao y foie gras, aprovechando que aquí todavía no está prohibido. Sin duda, esta es la parte de las conferencias que más le gusta. Mañana estará alicaído y mirará el reloj a cada poco.


Las varias carreras posibles del Sr. de B. quedaron en suspenso durante los veintiún meses que duró su servicio militar. Supongo que es lo que uno debe aceptar cuando vive en un país que ha sido el esclavo sexual de Europa. La primera mitad de la vida de cuartel consistía, para los jóvenes universitarios, en ser humillados sistemáticamente por sargentos que apenas sabían hacer la O con un canuto. La segunda mitad, una vez que los universitarios habían alcanzado el grado de lugartenientes, consistía en vengarse cruel y no menos sistemáticamente de los sargentos.

—Pero yo no era de esos —se apresura a aclarar el Sr. de B.—. La disciplina es saludable y forma el carácter. Creo que fue un enorme error acabar con la mili. En fin, cerremos este capítulo. ¿Quiere algo de postre?
 
El tiramisú de té verde no sabe ni a lo uno ni a lo otro, pero está bueno igual. Volviendo a mi anfitrión, al terminar el servicio militar quedó en espera de recibir un destino diplomático, pero fue en los días en que se anunció la inminente creación de una cátedra de Hispanismo en la universidad de Gante, lo que le animó a doctorarse rápidamente en la disciplina para poder solicitar el puesto. Obtenerlo no debió de suponer grandes esfuerzos para alguien que ya había sido capaz de vivir tantas vidas en una sola; desde entonces, ha honrado su cátedra con una dedicación intensa y omnívora que hace de él, dentro del hispanismo, el equivalente del mayor general de Pirates of Penzance: es crítico, gramático, filólogo, políglota, ensayista, lexicólogo, simpático, estrambótico. Se ha leído todo Delibes, todo Umbral y todo Cela, que se dice pronto. ¿También Cajón de sastre? Sí. ¿También Oficio de tinieblas 5? También.

—Y al final —le pregunto, a propósito de Oficio—, ¿trataba de algo?
—No. Bueno, ya está bien, se acabó el capítulo de Cela, ¿está seguro de que no es usted mi dentista?