Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

martes, 8 de marzo de 2016

Mi amiga Olalla dice que a veces lee mi blog, pero no me escribe muy a menudo. Esta semana he recibido un correo electrónico suyo, un correo electrónico muy largo y muy bonito en el que habla del paso del tiempo, de la aventura de vivir, de la intensidad emocional de ser madre y de muchas cosas más, y en el que me felicita por el nacimiento de mi hijo. Nada más leerlo llamo a Kathleen:

—¡Kathleen, agárrate! ¡Hemos tenido un niño!
—¡Hombre —dice ella—, ya era hora!
—No te alegres tanto, que primero hay que encontrarlo. Parece que lo han visto por Madrid.

Otra amiga mía que tampoco me escribe mucho (y cuya identidad no conviene desvelar para que parezca que tengo más amigas de las que tengo) se lo dijo a Vanesa, y Vanesa se lo dijo a Olalla. Yo a esta Vanesa no sé si la conozco. ¡Ha conocido uno a tantas Vanesas! ¡Ha tenido uno una vida tan loca! No sé si esta es la que vi una vez o la que conozco de oídas. Quizá Vanesa dijo «Álvaro ha sido padre» pero estaba pensando en otro Álvaro, o en una forma figurada de paternidad. Yo cuando quiero agradecer un favor me pongo a veces muy serio y digo «caballero, es usted mi padre», tanto si tengo delante a una niña de ocho años como si estoy frente a un cajero automático. No importa. También puede ser que Vanesa esté aprendiendo con un MOOC un dialecto maya en el que, por curiosa coincidencia, la frase «Álvaro ha sido padre» sea homófona de «he olvidado hacer la compra, esta noche toca cenar restos». Pero yo me inclino a pensar que la frase «Álvaro ha sido padre» significa lo que significa, y que Kathleen y yo hemos traído al mundo un Gila que nació cuando no estaba su madre en casa y se bajó a esperar a donde la portera.

—Un Gila o una Gila —puntualiza Kathleen, que prefiere las niñas porque dan menos guerra. No sé yo si dan menos guerra. Olalla, antes de saber si era niño o niña, me deseaba ánimo, energía y coraje, que son las mismas tres cosas que uno necesitaría para ser cooperante en Alepo.

—Esto va a ser que el de DHL, por no subir los tres pisos, nos ha dejado el recibo en el buzón para que recojamos al niño en la oficina de correos.
—Siempre hace igual. Es más vago...

Pero no, tampoco estaba en la oficina de correos. A saber dónde estará a estas horas nuestro Gila. Andará por el mundo agarrado del brazo de alguna Vanesa. Hijo, escríbenos, que tu madre y yo estamos muy preocupados.

Olalla, hija, si estás leyendo esto, escríbeme. Comunicar a través de Vanesa es algo complicado.