PRIMEROS DE OCTUBRE
Convocados por octubre, en el minuto amarillo
de una ciudad sucia, rompe la oleada de vencejos.
Debe de ser confortante formar parte de una tribu
soldada, que evoluciona con movimientos parejos
entre los muros y aleros de un país ineficiente
y viejo. Pero sospecho que esta imagen está lejos
de ser cierta, y la bandada se mueve a espasmos de envidia
y rencor; que un ave piensa «nadie escucha mis consejos»,
y otra «menudos aires se da aquel», o «este aletea
sólo cuando le conviene», o «no estoy para festejos»,
«¿alguien sabe dónde vamos?», «cuando empezamos con esto
tenía gracia», y las más: «¡cuán gritan estos pendejos!».