Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

viernes, 8 de marzo de 2019

Un día miro la agenda y se me ocurre que puedo acercarme a celebrar el carnaval en los mundos resbaladizos del Super Mario Cars, disfrazado de avatar. Para llegar al reino Champiñón no tengo más que tomar el Thalys a París y pedirle a Eduardo y Laura que pongan la consola. Ni eso, en realidad, porque la consola está puesta a priori.

(Decir «consola» en lugar de la marca que la industria ha escogido para ella le pone a uno más años que dejarse barba. Dentro de poco será tan antiguo hablar de estas consolas como de las otras).

Apenas he terminado de admirar la edición de greguerías de Ramón que ha hecho Laura para la colección de clásicos de Garnier cuando me encuentro, no sé cómo, con un mando en las manos. Echamos el domingo recorriendo a toda mecha unos espacios insólitos que al propio Ramón Gómez de la Serna —que fantaseó con una playa llena de pisapapeles y un pueblo habitado exclusivamente por muñecas de cera— lo habrían dejado cortado y tartamudeante. El desierto de los quesos. Mansión fantasma con un bypass de scalextric. La venganza de los raviolis aztecas. San Francisco a vista de Lego. El circulito de Montecarlo. 2001, odisea en el Imaginarium. Pero yo apenas alcanzo a fijarme en estos decorados de delirio, ocupado como estoy en perder todas las carreras disfrazado —virtualmente— de Shy Guy y montado en una motocicleta loquísima. Cuando al fin nos vamos a dormir, cerca de las dos de la mañana, cierro los ojos y veo una bola de discoteca.

Al día siguiente nos pasamos del tirón varias pantallas, pero esta vez en el mundo físico. Deriva situacionista en torno a la colegiata acribillada. Jeremiada académica. Duelo de titanes con tofu. Submarinismo boulevardier. Carrera de relevos por Gibert Joseph. Supermario Metropolitain. Y al hacer transbordo en Châtelet pasamos por un puesto de fruta.

—¿Has visto qué pinta más estupenda tienen esos aguacates? —le digo a Eduardo.

—Me va que eran de plástico.

Paro en corto, driblo y centro el balón:

—Yo creía que todos los aguacates eran de plástico.

—De hecho —remata él—, alguno todavía no se ha enterado de que si abres el hueso sale una sorpresa de Kinder Sorpresa.