Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

miércoles, 16 de junio de 2021

De antes era un bosque primordial, frondoso, presidido por grandes árboles centenarios; poblado también de maleza, de colonias gramíneas, de brotes rastreros. A primera vista no parecía haber allí nada aprovechable, pero cualquier paseante podía recoger puñados de bayas, raíces, frutas, piñones y nueces de los que desbordaba aquel ecosistema. La alborada era interrumpida por las animadas conversaciones de los pájaros. Los recodos tupidos y los troncos derribados hospedaban a millones de insectos, que a su vez alimentaban a toda clase de alimañas simpáticas y filosóficas.

Hoy, ese bosque anciano que era mi mente ha sido transformado en monocultivo. Las copas más majestuosas hace tiempo que fueron taladas para hacer sitio a las tierras productivas. Algunas arañas tejen aún sus redes entre las piedras del lindero, pero han volado las ficciones de ayer, los suplementos en prosa, las tiras cómicas para los sobrinos, las cándidas cancioncillas; las abejas y las ideas agonizan desorientadas, sulfatadas, y los blogs han decidido economizar sus fuerzas entrando en hibernación indefinida. Las madrugadas son ahora silenciosas; es entonces cuando salta la cerca alguna lectura furtiva, pero raro es el día en que consigue hacer presa.