Tirandillo

Tirandillo
Diez años justos de garambainas. No está mal. Aquí lo dejo para explorar otras formas de correspondencia. Mi intención es reunir una o dos veces al año textos parecidos a los que he venido publicando aquí, y enviarlos por correo postal. Para recibirlos —gratis, mientras pueda permitírmelo—, envíame tus señas a la dirección siguiente:

Nos seguimos leyendo.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Último día de biblioteca, al término del cual saco un rato para ver la exposición sobre Pessoa y España. Pessoa no estuvo nunca en España, con excepción de un breve viaje a las islas Canarias, pero tuvo de ella un conocimiento exacto e inmediato gracias a la teosofía. A la Segunda República, por ejemplo, le sacó una carta astral: «No opposition!», escribió al margen. Dos veces.

Estas aficiones ocultistas lo predestinaban a conocer al extravagante Iván (Juan) de Nogales. En su diario, que escribía en inglés, Pessoa tomó nota de su primer encuentro: «More or less interesting». Es un comentario de una circunspección admirable, teniendo en cuenta que Nogales tenía un careto patibulario, la dentadura de oro, un perro saltarín, un calzador en el bolsillo y una melena fosca, repartida en dos inmensas crenchas que unas veces oxigenaba y otras teñía de verde. De Nogales se exhiben en la Biblioteca Nacional un par de tarjetas de visita. Una es de las conocidas, similar a la que reproduce y comenta Prada en Desgarrados y excéntricos, aquélla en la que Nogales se presenta como mentalista, ateneísta, budhista, kineseterapa (sic), mirobrigense, pinpilcamechaute y «Globe Trotter 7»; la otra no la había visto nunca, y dice así: «Iván de Nogales, amante de los hambrientos rusos y hambriento del amor de las rusas. Velázquez 72».

Hay también en la exposición un texto divertido dirigido muy genéricamente a Unamuno, y fechado alrededor de 1931. Parece que Unamuno recomendaba a los catalanes el empleo del castellano, y Pessoa escribió lo siguiente: «Unamuno put the case: why not write un Castilian? If it comes to that, I prefer to write in English, which will give me a wider public […]. Why should I write In [sic] Castilian? That U[namuno] may understand me? It is asking too much for too little».

El texto de Pessoa no era una carta. Pessoa no tenía necesidad ninguna de escribir cartas a nadie: como buen adepto que era al espiritismo, podía confiar sus mensajes al espíritu de un difunto políglota, que los tradujese y los susurrase al oído del destinatario. O bien podía transmitirlos en ondas telepáticas que surcarían el éter y aterrizarían en las greñas hipersensibles y verdes de Iván de Nogales, quien los transcribiría, los traduciría a la diabla y los pondría en conocimiento del interesado. Pero quizá eso habría sido también demasiado esfuerzo para tan poca cosa.